Y entonces mandó un mensaje de grupo.
-No quiero que se sientan mal, pero debo de confesar que he dejado de desearlos.
Ambos respondieron.
-Qué hicimos mal?
Repuesta obligada
-No son ustedes, soy yo.
Mintió. Si eran ellos. Minuto seguido.
-Lo entiendo y te respeto.
-No me resigno qué puedo hacer para cambiar eso?
-No hace falta hacer nada, lo he decidido.
Todo estaba dicho su complicidad había terminado.
Ana E. Hinojosa
Espìritu de escritor, alma de poeta.